A continuación se presenta parte del Escrito de la Madre Teresa como Amiga de la Corte presentado a la Suprema Corte de E. U. el 14 de Feb., 1994
“Espero que no cuenten como presunción que busco su atención al dirigirme en representación de la creatura que aún no nace. Como esa creatura, puedo ser llamada una foránea. No soy ciudadana Americana. Mis padres eran de Albania. Nací antes de la Primera Guerra Mundial, en una parte donde era, y ya no es, Yugoslavia. En muchos sentidos, se los que es no tener un país. También se lo que se siente ser una ciudadana adoptada por otras tierras. Cuando aún era una joven viajé a India. Encontré mi trabajo entre los pobre y enfermos de esa nación, y he vivido ahí desde entonces. Desde 1950 he trabajado con muchas hermanas de todo el mundo como una de las Misioneras de la Caridad. Nuestra congregación ahora tiene más de 400 fundaciones en más de 100 países, incluyendo los Estados Unidos. Tenemos casi 5,000 hermanas. Cuidamos de quienes seguido son tratados como forasteros en sus propias comunidades por sus propios vecinos — los hambrientos, los lisiados, los pobres, y los enfermos, desde la anciana con un tumor cerebral en Calcuta hasta el hombre con SIDA en la ciudad de New York. Una parte especial de nuestro cuidado se enfoca en la madres y sus hijos. Esto incluye a madres que se sienten presionadas en sacrificar la vida de sus hijos que aún no naces por deseo, negligencia, desesperación, y filosofías y políticas gubernamentales que promueven la deshumanización de la inconveniencia de la vida humana. E incluye los mismo niños, inocentes y completamente indefensos, que están a la misericordia de quienes niegan su humanidad. De modo que, en un sentido, mis hermanas y todos a quienes servimos son todos forasteros. Al mismo tiempo estamos conscientes de los lazos comunes de la humanidad que nos unen y trascienden fronteras nacionales.
En otro sentido, nadie en el mundo que valúa la libertad y derechos humanos pueden sentir otra cosa más que una fuerte relación con América. La suya es una nación de mayor importancia en toda la historia que fue fundada en el precepto de derechos equitativos y el respeto por toda la humanidad, por los más pobres y débiles de nosotros así como los más ricos y fuertes. Como lo indica su Declaración de Independencia con palabras que nunca han perdido su poder para conmover el corazón: Tenemos estas verdades como evidentes por sí mismas: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador con derechos inalienables; de los cuales entre ellos están la vida, libertad y la persecución de la felicidad. Una nación fundado con estos principios tiene un deber sagrado: el ser un ejemplo para el resto del mundo, de estribar por la realización práctica de los ideales de la dignidad humana, la hermandad, y el respeto mutuo. Ha sido sus constantes esfuerzos en el cumplimiento de esa misión, mucho más grande que su tamaño o su riqueza o su poder militar, que ha hecho de América una inspiración para toda la humanidad. Se debe reconocer que su modelo nunca fue uno de los llevados a cabo a la perfección, pero si de constante aspiración. En un principio, por ejemplo, América le negó la libertad y dignidad a los esclavos africanos. Pero con el tiempo corrigieron ese mal, a pesar del incalculable costo en sufrimiento humano y pérdida de vidas. Su impulso ha sido siempre hacia un concepto y garantía más completa, más global de los derechos que sus padres fundadores reconocieron como inherentes y dados por Dios. Su sociedad ha sido siempre inclusiva, y no exclusiva. Y sus pasos, aunque hayan pausado o desbalanceado de vez en cuando, se han dirigido hacia una dirección correcta y han pasado por el camino correcto. La hazaña no sido fácil, y cada nueva generación se ha enfrentado sus propios retos y tentaciones. Pero, de manera única y con valentía, América ha conservado la fe.
Pero recientemente ha habido un alejamiento infinitamente trágico y destructivo de aquellos ideales Americanos. Fue la decisión de esta misma Corte en 1973 excluir al infante no nato de la familia humana. Decidieron que la madre, de acuerdo con su médico, tiene a su discreción, garantizada contra infracción alguna por la Constitución de los Estados Unidos, el poder de elegir destruir a su hijo que no ha nacido. Su opinión indicó que no necesitaban “resolver la difícil pregunta de cuando empieza la vida.” Esa pregunta no tiene escape. Si el derecho a la vida es un derecho inherente e inalienable, se debe sostener donde quiera que exista vida. Nadie puede negar que la creatura sin nacer es una ser distinto, que es humano, y que está vivo. Por ello es injusto privar al infante no nato de su derecho fundamental de vivir basándose en su edad, tamaño, o condición de dependencia. Fue una triste infidelidad a los mas altos ideales de América cuando esta Corte dijo que no importaba, o no se podía determinar, el momento en que el derecho inalienable de la vida empieza para una creatura en el vientre de su madre.
América no necesita mis palabras para ver como la decisión de Reo vs. Wade ha deformado una gran nación. El llamado derecho de abortar ha llevado a las madres en contra de sus hijos y a las mujeres en contra de los hombres. Ha llevado discordia y violencia al corazón de las relaciones humanas más íntimas. Ha agravado la derogación del papel del padre en una sociedad que rápidamente se está quedando sin padres. Ha representado al regalo más grande de todos — un hijo — como competidor, intruso, e inconveniencia. Ha otorgado a las madres indebidamente el dominio sobre las vidas independientes de sus hijos e hijas físicamente dependientes. Y al dar este injustificable poder, ha expuesto a muchas mujeres a demandas injustas y egoístas de sus esposos u otras parejas sexuales. Los derechos humanos no son un privilegio otorgado por un gobierno. Son los derechos de cada ser humano por virtud de su humanidad. El derecho de la vida no depende, y no debe ser declarado como, contingente del placer de cualquier otra persona, ni siquiera del padre o un soberano. La Corte constitucional de la República Federal de Alemania recientemente dictó: El infante no nato tiene el derecho de vivir independientemente de la aceptación de su madre; este es un derecho elemental e inalienable que emana de la dignidad del ser humano. Los Americanos se pueden sentir orgullosos de que Alemania en 1993 pudo reconocer la santidad de la vida humana. Deben sollozar de que su gobierno, presentemente, parece estar ciego ante esta verdad.
No tengo una nueva enseñanza para América. Solo deseo recordarles su fe ante lo que una vez le enseñaron al mundo. Su nación fue fundada en base a la proposición — muy antigua como precepto moral, pero sorprendente e innovadora como perspicacia política — que la vida humana es un regalo de invaluable riqueza, y que merece, siempre y en cualquier lugar, el ser tratado con toda dignidad y respeto.Incito a la Corte a que tome la oportunidad presentada por estas peticiones en estos casos para que considere la pregunta fundamental de cuando empieza la vida humana y a que declare sin equivocación los derechos inalienables que posee”.
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